miércoles, 29 de mayo de 2013

La historia de Lorena



Lorena (del blog Cuestión de Madres) nos deja el relato de su parto: Una cesárea en EEUU, acompada y respetada. Su relato nos deja un sabor de boca buenísimo, en el que se desmuestra que si se quiere, se puede, se puede estar acompañada en la cesárea y se puede tratar a las inminentes mamás con empatía, respeto y mucho mimo :).

Después de leer los post que has publicado, me he animado a contar mi parto.

No puedo decir que fuera un parto no respetado, todo al contrario, fue respetadísimo y muy organizado desde los seis meses.

Nos enteramos que íbamos a ser padres y todo fue muy normal, ecografías y visitas rutinarias, pero a partir de los seis meses, empezamos a organizar el parto, contestando a preguntas del tipo, si era niña si sabíamos cómo la íbamos a llamar, si era niño si daba consentimiento para hacerle la circuncisión en ese momento, si quería epidural o iba a ser muy fuerte y parto natural sin nada...

Por supuesto yo siempre había querido un parto muy natural, sin epidural, me hacía ilusión desde que supe que iba a ser mamá, pero mi marido hizo que cambiara de opinión, el hecho de verme sufrir innecesariamente no lo llevaba nada bien.

Lo teníamos todo planeado al milímetro, no podía fallar nada en teoría, mi hija estaba encajada desde los seis meses no se movió, pero tres días antes de salir de cuentas mi hija decidió romper la bolsa y no hacer ningún esfuerzo por nacer.

En un principio nos mandaron a casa cuando llegamos al hospital y sin contracciones, pero al decir que había roto aguas, ¡¡¡madre!!! me pasaron en un abrir y cerrar de ojos, antes de que pudiera decir nada, ya estaba con el pijama y con la oxitocina puesta para provocar las contracciones, (he de decir que me lleve las últimas dos semanas andando como nunca y bajando y subiendo escaleras ya que no tenía otra forma de bajar a la calle ya que no había ascensor) ya que mi pequeña había decidido venir al mundo sin esfuerzo alguno.

En todo momento me explicaban los pasos que iban a dar, a cada hora venían a tomarme la temperatura, la tensión y a ver cómo iba la peque ya que estaba monitorizada desde el principio.

Ya por la tarde, después de comer llegaron las primeras contracciones, eso sí muy flojas, y decidieron prepararme un jacuzzi (deciros que yo di a luz en un hospital en EE.UU), eso me vino como anillo al dedo, con dolores flojos y agua muy calentita.

A eso de las 10 las contracciones ya eran muy dolorosas y, encima, estaba teniendo parto de riñones ¡¡¡madre mía que dolor!!!, era como si estuviera con el periodo pero multiplicado por dos. Así que pedí otro bañito calentito para poder relajarme un poco más y que los dolores no fueran tan intensos. Aquello de poco me sirvió, tengo que reconocerlo tenía unos dolores muy intensos y eso que solo estaba de 3 cm.

Tengo claro una cosa y es que si me hubiera dejado mi marido, hubiera tenido esos dolores hasta el final, pero yo veía la cara de mi chico y se me caía el alma al suelo y es que cuando no tenía contracciones no me quería ni tocar por si me hacía daño jajaja.. Al final, después de todo, decidí ponerme la epidural y así terminar con todo, con mis dolores y el dolor de mi chico por verme así.

A eso de las 11 ya tenía al anestesista poniéndome la dichosa epidural y mi marido con la cara más encajada, tan encajada, que a la una el tío estaba en el sillón durmiendo jajaja… Cuando venía la enfermera a preguntarme si necesitaba hacer pis, o darme la vuelta, me volvía a tomar la temperatura y hacer el seguimiento de la peque, (hay que contar que también nos hacían el seguimiento desde fuera, ya que tienen unos televisores donde controlan los partos que tienen en ese momento.)

Recuerdo perfectamente como a las 5 de la mañana vino una enfermera y me explicó que me iba a hacer un tacto para ver cómo iba mi pequeña y de cuántos centímetros estaba, y me dijo que si seguía así por la mañana tendría a mi pequeña en brazos, lo que ella no sabía qué se iba a equivocar un poco, pero solo un poco, ya que a las 7 cuando vino mi ginecóloga seguía de 7 cm y la cosa iba lenta.

Me explicó que por ella me hacia la cesárea ya, que después de 26 horas y las que pudieran quedar por delante, llegaría al final sin fuerzas para empujar.

Así que me lo pensé y mucho, hacia 26 horas que había roto aguas y me asusté yo sola por si mi pequeña lo estaba pasando mal, y me decidí por la cesárea.

Me prepararon y mi marido me acompañó hasta la puerta del quirófano, allí nos explicaron a los dos los pasos que iban a seguir, me iban a meter a mi primero para prepararme y luego entraría él para hacerme compañía y que pudiera ver nacer a la peque.

A mí me pusieron una especie de cortinilla para que no pudiera ver nada, pero mi marido lo vio todo. Tengo que decir que a mi derecha tuve una doctora encantadora que me iba contando cada paso que estaban dando, que estaba a punto de salir y de repente le dijo a mi marido “levántate para que veas bien a tu hija”, y en ese momento mi marido más blanco que la leche, la doctora diciéndome que mi hija acababa de nacer y oyendo a mi niña llorar por primera vez. De repente mi marido desapareció del mapa y al cabo de 3 minutos le vi que me traía en sus brazos a lo mejor que he hecho en mi vida, mi pequeña princesa.

Solo me la quitaron para que mi marido la llevara en la cuna hasta la habitación y para hacerla unas pruebas típicas de recién nacido.

Puedo decir que aunque mi parto terminó en cesárea, fue la mejor experiencia que he tenido, me trataron genial, fueron muy respetuosos y sobre todo, nos explicaron cada paso que iban a dar y las cosas que iban hacer en ese momento.

Espero que si alguna vez vuelvo a tener otro sea parto natural, porque me encantaría sentir esa sensación de sentirlo mientras sale, pero si tuviera que volver a ser cesárea, espero que sea de la misma manera que me trataron cuando nació mi hija.

martes, 12 de marzo de 2013

EL RELATO DEL PARTO COMO HERRAMIENTA DE SANACIÓN (por Elena Domínguez - Psicóloga especializada en psicología perinatal)

Desde un primer momento Elena me ofreció su colaboración con el proyecto, pues ella misma tuvo un parto muy muy difícil y como yo, está segura de que las cosas no sólo se pueden cambiar, si no que se deben cambiar.
Elena, a parte de psicóloga también es mamá bloguera y aunque ahora tiene su blog en pausa, os aconsejo que os déis una vuelta por allí, seguro que os gustará: Cuando llegó Lucas

Quiero agradecerla su apoyo constante con el proyecto así como sus aportaciones a nivel profesional y personal.

Y sin más dilación, os dejo con su primera colaboración que espero sea la primera de muchas, en ella nos explica cómo el relato de un hecho traumático, como puede ser un parto, puede ayudar a sanar.

EL RELATO DEL PARTO COMO HERRAMIENTA DE SANACIÓN (por Elena Domínguez - Psicóloga especializada en psicología perinatal)

Se suele decir que la escritura cura el alma. Al ser capaz de escribir sobre un suceso traumático es como si fuéramos deshaciendo el nudo que nos impide avanzar, como si fuéramos salvando obstáculos que nos dificultan continuar nuestro camino.

Esta es la razón de fondo que lleva a muchas mujeres a compartir este aspecto de su intimidad. Por este motivo, cuando una mujer escribe y publica su parto, intuye que este hecho le ayudará. Esto es algo que sucede especialmente en los casos de parto traumático y violencia obstétrica.

Al contar su historia, la persona se está atreviendo a reorganizar su vivencia y a reorganizar su pensamiento sobre ello. Para hacerlo tiene que afrontar sus recuerdos, nombrar lo que le sucedió, poner en orden sus emociones y tomar cierta distancia del hecho.

Al materializar esos recuerdos, se organiza el discurso interno, y esto de por si, ya es sanador. Cuando sufrimos alguna situación violenta o traumática, es importante lograr contarnos qué sucedió. Construir un discurso interno organizado significa haber sido capaz de ver el mismo suceso desde otra óptica, es decir, de tomar cierta distancia del mismo para poder empezar a crecer a partir de él. Esto está en la base del concepto de resiliencia o nuestra capacidad para sobreponernos.

Escribir puede ayudarnos a redefinir nuestra historia, a buscar nuevos enfoques y encajar piezas del puzzle que tenemos por armar. Nos ayuda a entender la situación, a nosotros mismos, a entender el entorno y el mundo que nos rodea.

Recordar nos ayuda a sacar el pasado a la consciencia, a ver que hicimos lo que pudimos. Así, entendemos la escritura como una catarsis, una herramienta para cerrar heridas ya que a través de ella se expresan las emociones y esto ayuda a liberarse de las mismas.

Por otro lado, la escritura es un vehículo para la creatividad y está relacionada con la mejora de la autoestima. Todo lo que implique crear algo, hacer algo propio supone un beneficio para el autoconcepto y de ahí que suba el nivel de bienestar personal.

Por último, el hecho de compartir el relato con otras personas, si lo queremos desde el anonimato que ofrece Internet, es una vía para lidiar con la sensación de vacío y soledad que suele acompañar un parto traumático. 


Lamentablemente, son muchas y variadas las situaciones obstétricas que pueden ser susceptibles de generar trauma. Insultos, ridiculizaciones, falta de atención, sentimiento de indefensión, maniobras de expulsivo, episiotomías, cesáreas… pueden dejar a muchas mujeres con la sensación ambivalente de no haber sabido gestionar bien la situación. Pero, por lo general, rara vez la protagonista puede poner palabras inmediatamente a todo los sentimientos encontrados que tiene tras la experiencia. Además, el entorno inmediato no suele ser muy receptivo a quejas en este sentido, lanzando el mensaje de “si tu bebé está bien, ¿de qué te quejas?”. El vacío y la soledad aparecen como verdades silenciosas.

Cuando hemos pasado por una situación violenta e injusta, es una catarsis poder encontrar un auditorio dispuesto a escuchar y entender. Así, el hecho de escribir y publicar este aspecto de la vida de las mujeres puede ayudar a promover una situación de bienestar personal y justicia social. El hecho de nombrar este tipo de situaciones sirve para situarlas en el imaginario colectivo, por eso además de ser casi terapéutico, el relato del parto traumático es verdaderamente necesario para encaminar la lucha hacia su erradicación. Si algo se nombra, existe. El silencio no solo es devastador para la persona, sino también para la sociedad que lo permite.

Bajo esta necesidad de movilizar conciencias y condiciones sociales para nacimientos más humanizados, nace la iniciativa Queremos Partos Respetados. Y por ello ofrecemos esta plataforma como espacio interactivo donde encontrarnos y movilizar nuestras energías para potenciar el bienestar de las mujeres, de las familias, de la sociedad en general.

viernes, 15 de febrero de 2013

Por una cesárea respetada (Silvia)

Silvia, autora del blog Creciendo con Emma, escribió hace poco una entrada buenísima y muy recomendable sobre las Cesáreas Respetadas.

Hoy, os lo translado aquí, os recomiendo su lectura, y la doy las gracias a Silvia por colaborar con el proyecto.

POR UNA CESÁREA RESPETADA (Silvia - Del blog Creciendo con Emma)

Esta imagen ha dado la vuelta al mundo, una bebé da la mano al médico que está realizando la cesárea. Es la que me ha inspiró el tema de este post, una cesárea también debe ser respetada.


Recuerdo perfectamente aquella ecografía sobre la semana 30 en la que nos dijeron que Emma venía en transversal, así que o cambiaba de postura o sería cesárea. Ella siguió hablando, pero yo ya sólo pensaba en el parto.  Habíamos preparado cada detalle, pero ahora nos encontrábamos con que todo podía dar un giro enorme, para el que no estaba preparada. Además, mucha gente no me comprendía, para ellos una cesárea no era para tanto, si ya con las suturas que hacen ni se nota, así te ahorras los dolores del parto, es mucho más cómodo... No entendían que no quería estar dolorida los primeros días de vida de mi hija, que no quería que la llegada al mundo de mi hija se pareciera más a una apendicitis que a un parto, y sentía que no iba a poder vivir la experiencia de parir. Suerte que tenía a mi lado a mi pareja que como estaba construyendo conmigo el nacimiento de nuestra hija me entendía y simplemente me apoyaba.

Con los días fui tomando perspectiva y busqué alternativas, posibilidades para que la niña cambiara de postura. Consulté en la lista de correo del El Parto es Nuestro sobre la versión cefálica externa (VCE), una maniobra por la cual desde fuera se gira al niño para colocarle, y allí entontré apoyo, información y algunos consejos más como la moxibustión, acupuntura, posturas que podía hacer para ayudar a la niña a moverse... Mi ginecóloga no estaba muy a favor de realizar la VCE por considerarlo agresivo y no asegurarnos totalmente que la niña iba a volver a cambiar de postura, pero me tranquilizó mucho diciéndonos que había tiempo suficiente, y efectivamente, un día note un movimiento extraño en la tripa, intenso, y supe que o se había sentado o por fin estaba en posición cefálica. En la siguiente ecografía me confirmaron que ya estaba bien colocada y encajada. Respiré. Sin embargo muchas mujeres no tienen esa suerte y a pesar de todo tienen que someterse a una cesárea. En muchos casos a los sentimientos negativos que yo experimenté cuando vi que no iba a poder vivir mi parto,  se suma un protocolo que no respeta ni a los padres ni al niño, que dificulta la lactancia y la recuperación durante el puerperio, y que, en muchos casos, daña emocionalmente.
Pero ¿hay alternativa?, ¿Se pueden hacer las cosas de otro modo? ¿Se puede vivir una cesárea como una experiencia positiva? Yo creo firmemente que sí, pero para ello deben de tenerse en cuenta algunas cosas.

* Para empezar, que de verdad sea necesaria, no por prisas, porque tu anterior hijo ha nacido por cesárea, por mala praxis hospitalaria, por exceso de intrevencionismo, planificación de vacaciones del personal, cambios de turno, protocolos obsoletos etc. Las cesáreas salvan vidas, eso es innegable, la asociación El Parto es Nuestro (EPEN) ha elaborado un listado de las situaciones en las que está indicada esta intervención. Hoy en día aún se practican demasiadas innecesáreas.

En los casos en los que la cesárea es la única opción, el personal e incluso los padres deben de tener en cuenta que, además de una operación es la llegada al mundo de una persona, así que el trato no puede ser el mismo que cuándo operan de un riñón, no es comparable. Por ejemplo:

* No programar la cesárea. Sólo cabría programar la cesárea en caso de que haya un motivo médicoque lo justifique. (No conozco exactamente cuáles serían estos motivos, si alguien los sabe me vendría estupenda esa información). Programar una cesárea tiene consecuencias negativas para el bebé y para la madre, el trabajo de parto se desencadenará cuándo el bebé este listo para nacer, y ésto inundará tanto a la madre, como al bebé de un torrente hormonal que es fundamental. Aquí tenéis un fragmento del libro editado por el Ministerio de Sanidad: Maternidad y Salud. Ciencia, Conciencia y Experiencia.

 "En una cesárea programada la transición neurohormonal es absolutamente brusca, de forma muy diferente a como sucede en un parto fisiológico o vaginal. Así en el recién nacido los noveles de catecolaminas y cortisol son relativamente bajos tras una cesárea programada. Se ha comprobado como esta ausencia de catecolaminas se relaciona con una complicación relativamente frecuente y conocida en las cesáreas programadas: el ditrés respiratorio. Además estos bebés de cesárea programada que no han tenido esta descarga de adrenalina a menudo tienen hipoglucemia e hipotermia. (...)
Algunos autores han visto cómo la cesárea programada altera la respuesta maternal. En estudios de neuroimagen funcional se ha comprobado como las madres que dan a luz por cesárea programada tienen una respuesta significativamente menor en el cerebro al llanto del bebé."



* La mujer puede estar acompañada por la persona que ella elija, es importante sentirte bien, protegida, tener a alguien conocido al que hablar, al que apretar la mano si lo necesitas, y que esa persona pueda también vivir el nacimiento de ese bebé y ayudar a la madre a lograr cómodamente estar piel con piel con su hijo.
* Las vías y demás instrumental médico que tenga que tener la madre puesto, si es posible, que los dejen todos en uno de los brazos, de forma que cuando el niño haya nacido la madre pueda sostenerlo de forma cómoda con el brazo que queda "libre", es importante, además de para poder abrazarlo, olerlo, sentirlo, acariciarlo, conocerlo al fin y al cabo...  Para que pueda colocarse a su hijo en el pecho, y empezar  a lactar cuánto antes.
* Que no os separen, el niño puede perfectamente estar con su madre, a pesar de estar siendo intervenida, ni los brazos ni los pechos está comprometidos si la anestesia es epidural, así que no puedo entender qué motiva a separar al bebé de su madre. Ésto ocurre además no sólo durante la intervención, sino que en ocasiones la madre pasa a recuperación donde está horas sin poder ver a su hijo. Si a ésto le sumamos que puedan dar al recién nacido algún biberón pues ya imaginaréis que la instauración de la lactancia se complica sobremanera.

 Recuerdo con mucha intensidad el momento en el que Emma, a los pocos instantes de nacer, fue poco a poco arrastrándose por mi pecho hasta agarrar el pezón y empezar a mamar con una fuerza que parece que un ser tan pequeño no podría tener. ¿Por qué impedir esta vivencia? Y si se diera el caso de que haya algún problema durante la intervención que impida a la madre estar con su hijo, el padre o la persona que la madre elija, debería poder estar con él, haciendo este piel con piel, y no en un nido.  Aquí tenéis más información sobre este tema.
* Si la mujer lo desea, que le permitan ver cómo nace su hijo, incluso en algunos casos es la propia madre la que termina de sacarlo.

Y ésto no es una utopía, en algunos hospitales como el 12 de Octubre, se van acercando a esta forma de actuación ante las cesáreas, queda trabajo por hacer bajo mi punto de vista pero van avanzando. Aquí tenéis su documento informativo sobre la "Cesárea con acompañante".

Aún así se podría dar un paso más, el Doctor Fisk realiza lo que él llama cesáreas naturales, pero eso ya lo dejo para otro post de momento, os adelanto esta imagen que habla por sí sola y el enlace a la entrada del blog de El parto es Nuestro: Cesárea con tacto, donde tratan sobre de este procedimiento.




lunes, 4 de febrero de 2013

La historia de Laura


¿Porque se empeñan en intentar acelerar los partos con medicación? ¿Porque nos duermen? ¿Porque nos ponen sondas y enemas? ¿Porque nos introducen oxitocina sintética? Porque no nos explican nada? ¿Porque nos tratan como si no estuviéramos presentes? ¿Porque nos asisten como si fuéramos enfermas?

Y una de las preguntas del millón ¿Porque usan fórceps? Quizás porque no se ha seguido el curso normal y natural del parto, quizá porque no hemos dejado a la madre escuchar a su cuerpo, quizás porque hemos alterado el proceso introduciendo oxitocina sintética innecesaria, que produce contracciones artificiales mucho más fuertes que puede provocar un retroceso en el parto...

El uso de fórceps y ventosas pueden provocar gravísimas consecuencias como desgarros en la madre (como en el caso que veréis a continuación), lesiones cerebrales en el bebé que pueden ser irreversibles e incluso, la muerte.

El caso de Laura me llegó al alma cuando lo leí por primera vez, y lo sigue haciendo a día de hoy, debió pasar muchísimo miedo, y su dolor es el de todas, que tenemos que seguir luchando por cambiar esta realidad.

La historia de Laura

Todavía me cuesta contar ese día...he quedado algo traumatizada,y aunque mi hijo es lo mas maravilloso que me a pasado en la vida y una sonrisa suya me hace ser la mujer mas feliz del mundo,no se si podré llegar a poder tener otro,han pasado 4años,pero no olvido el miedo,el no ser dueña de mí,de mi cuerpo.

Era la ultima revisión,y la ginecóloga dijo que perdía liquido amniótico,así que me quedé ingresada. Estaba asustada,no me dijo nada más.

Me llevaron en silla de ruedas,que no me hacía falta porque podía andar. Me llevaron a una habitación,fría,con vitrinas de metal,que daba escalofríos estar allí.

La matrona me dijo que me tumbara que iba para rato (jolín que manía con que no anduviera). Me puso la barandilla,un gotero,y al rato viene con un enema. Yo le dije que en mi casa ya había hecho pero le dio igual, y luego me puso la cuña, BUENO ESO SI QUE NO ¡¡¡¡ Yo podía andar !!!! Le dije que no, que si no iba al baño no iba hacer, enfadada me bajó la barandilla y me dejó ir al baño.

Al salir estaba preparándome para ponerme una sonda,yo, como nadie me explicó nada, creía que era normal que me sondaran, luego, me puso algo en el gotero y me dijo: ¡¡¡ A dormir¡¡¡

Sá que mi marido entró un par de veces ,porque el me lo contó, pero estaba tan drogada que oía pero no podía hablar, a ratos me parecía que me metían mucho la mano, y que pasaba algo, pero os digo que no podía ni hablar.

Me despejé un par de veces que me llevaron a hacerme unas pruebas para ver el ph de las aguas, luego, me pusieron la epidural, y la matrona me dijo que empujara. Ya llevaba mas de 9 horas postrada en la cama.

Ni agua bebí.

Empujé,sin saber ni lo que hacía, la matrona me metió la mano y entonces fue cuando empecé a darme cuenta que algo no iba bien.

Pregunté porqué me llevaban corriendo al paritorio: mi hijo se había dado la vuelta y miraba hacia el cielo.

Otra matrona, muy agradable, me dijo que había acabado su turno pero que se quedaría conmigo, que todo saldría bien, y que no podía acabar en cesárea ahora....que empujara bien, yo la oía pero no podía dejar de ver que estaba el paritorio lleno de médicos, dos ginecólogos, dos anestesistas (ellos me dijeron lo mismo que se quedarían hasta que naciera mi hijo), dos pediatras, y las dos matronas, y mi marido...hasta que le dijeron que se saliera que no podía estar allí porque lo iban a sacar con fórceps, y eran normas del hospital.

Así que ahí estaba yo sola, mucha gente, pero sola.

Se me puso de repente la otra matrona, sin decirme nada, ENCIMA DE MI...yo le dije,bueno, le grité, que se bajara, y. al final, me explicó lo que hacía: bajar al niño.

Finalmente, mi hijo fue sacado con ventosa. Mi niño precioso. Yo tenía en mente ya hacía meses que nada más saliera me lo podrían en mi pecho, piel con piel, y que me lo dejarían unos minutos así.... pues bueno, salió, no me lo enseñaron, no le oía llorar, se pusieron los pediatras con el, y empecé a decirles que me lo dieran, que lo quería tener encima, pero ellos, a lo suyo.

Se ve que tragó meconio, eso me lo dijeron al día siguiente.

Y poco más me explicaron.

Cuando lo limpiaron, pesaron y todoooo, por fin me lo dieron, y entró mi marido, el pobre, parecía un alma en pena, nadie le decía nada, nadie le explicó nada.

Cuando me empezaron a coser, me desgarraron por dentro, empecé a notar dolor, se lo dije y me dijeron que aguantara, que todas lo pasaban, me quedé...mi marido entonces cogió a mi niño, me lo puso al pecho,y bueno ya no era tanto dolor.

A las 3 horas empezó un dolor tan insoportable que pensaba que me iba a morir, me pusieron calmantes para el dolor, pero el dolor cada vez era peor.

Llegó un momento que el dolor era tan intenso que me dejé ir, me quería dejar morir.

Avisaron al ginecólogo de guardia y corriendo vinieron lo celadores y me llevaron en la cama,al quirófano, aquí tengo que decir que me trataron con dulzura,me acarició el medico y me dijo: Laura no te vas a morir, sé que duele, pero tranquila que estamos aquí.

A mi me daba igual morirme, así que me dejé ,me desnudaron, me pusieron la epidural otra vez y me empezaron a preguntar.... y me dormí.

Cuando desperté, ya estaba en la habitación. Mi marido lloraba,se habían llevado a mi hijo, porque según las normas si a la madre le pasa algo, el niño se queda en neonatos y el padre se tiene que ir.

Los días siguientes me trataron genial, me explicaron que me habían dejado placenta dentro... así que imaginaros, me desgarraron por dentro y por fuera y luego abrieron, aspiraron y otra vez a coser. No pude volver andar hasta 1 mes después.

Pero sin dudarlo,si tuviera que volverlo a pasar por mi hijo,lo volvería a pasar, porque cuando lo pienso, lo miro y sonrió, porque es mi alegría de vivir.

Queremos Partos Respetados: Sencillamente, GRACIAS

La pasada semana llegaba un correo al buzó de Queremos Partos Respetados, la que escribía era un estupenda matrona, la autora del blog Shantipartnatural, una oda a los partos respetados, y ese email me llenó, me dió ganas de seguir luchando y me hizo llorar, todo a la vez.

Ella, una enorme defensora de los partos naturales, para mi es mucho más, es la que ha dado un empujón a este proyecto que recién está naciendo pero que le queda mucho camino por recorrer, muchas mamás a las que llegar.

Me dijo que era muy importante la labor que he emprendido en este blog, y me regaló unas palabras maravillosas sobre mi forma de escribir, que le agradezco, porque las he tomado como gasolina para seguir caminando con muchísimas ganas.

Ella está haciendo llegar este proyecto a mamás que se está cruzando en su camino como matrona, y no por ella, que es una estupenda profesional que ya me hubiera gustado a mi tener cerca en mi innecesárea, si no por otras mamás que no han tenido tanta suerte en sus partos. En concreto, me hizo llegar parte de la historia de una mamá que, cuando esté preparada, nos contará su horrible experiencia de la que tenía que haber sido uno de los mejores momentos de su vida.

Gracias a todos los que estáis escribiendo al proyecto, gracias a todas las mamás que estáis siendo tan valientes para poner palabras a los sentimientos, gracias a los que estáis colaborando y habéis colaborado de forma totalmente desinteresada, gracias a ti que estás leyendo esto, porque también eres un pilar fundamental de este proyecto.

Seguimos avanzando, gracias, de verdad.

Elena M.


Para cambiar el mundo es preciso cambiar la forma de nacer. M. Oden

lunes, 21 de enero de 2013

La historia de Aída

La historia de Aída ha llega directa a la bandeja de correo de Queremos Partos Respetados al poco tiempo de inaugurar esta proyecto, en su presentanción, me contaba que su parto fue: "50% bueno 50% malo".

Veréis al leer su historia, que una vez más, los profesionales no pierden ni un minuto de su tiempo en contarnos lo que sucede en el trabajo del parto, en qué fase estamos del mismo, o cual son las mejores fórmulas para aplicar. Una vez más, las mujeres somos relegadas a segundo plano, sin dejarnos ser las protagonistas de nuestros partos. 

Nuevamente, nos hacen creer que no podemos parir, nuevamente alterar el proceso natural del parto.



Mi Primer Parto: Emma

Me quedé embarazada de Emma a los 24 años, fue una niña buscada y no tardó nada en llegar. Un embarazo buenísimo, de los que dan envidia; me encontraba tan bien que todos me decían que seguramente cumpliría y me pasaría de las 40 semanas.

No fue así. 

A la semana 39 más 4 días, me desperté ese 25 de agosto del 2007 muy temprano (06:30h) y agobiada, como con ansiedad. Puse varias lavadoras, las tendía y como se secaban las planchaba y guardaba, hice hornadas varias de magdalenas, estaba desbocada, sentía que me iba a salir de mi piel. Rompí aguas en casa a las 16:30h

Fuimos al Hospital Costa del Sol de Marbella, tras anular varios planes con amigos que teníamos.

Llegué andando y sin ninguna contracción ni molestia sobre las 17:30h, con mi líquido amniótico recorriéndome pierna abajo, y dejando mis huellas por todo el hospital.
Pasamos por una primera exploración y estaba de 2cm dilatada, la niña colocada, bueno, tocaba esperar.
Las horas pasaban y allí estábamos todos de charlas (mis padres, suegros, mi cuñada y sobrinillo), me encontraba bien, me pusieron el sello de “esta va para largo” (cuánto se equivocaban), a eso de las 20:00h mi madre me aconsejó darme un baño calentito, pues según historias, favorecería las contracciones; allá fui. Me di mi bañito, y me puse a dar paseos charlando con mi padre. Como conocemos personal del hospital, venían a verme y paseítos para arriba, paseíto para abajo.

La familia empezó a irse, lo dicho “iba para largo”, mi padre tenía bronquitis y no quería pegárselo a la niña, y mi cuñada y sobrino era tarde para el pequeño. Se quedaron mi marido, mi madre y mis suegros. 

A eso de las 22:00h, me dio la primera contracción. Ya la cara se me cambió, eso empezaba a doler, así que me metí en mi cama (por suerte las parturientas estábamos una por habitación, pillamos época baja de partos). Mi madre me abanicaba y mi marido el pobre me cedió “amablemente” su pierna para que yo se la estrujase. 

Las contracciones se sucedían unas detrás de otras, en intervalo de 20 segundos y con una duración aproximada de un minuto. Pensé que me partía por la mitad. 

Vino la enfermera y me dijeron que me tenían que controlar 40 minutos, para mí eso era un mundo, recuerdo que dije: ¡¿40 minutos así?!
 
Porque las contracciones no paraban, iban a más fuertes y a más rápidas. Pasado el tiempo mi suegro se puso a buscar como loco a un celador para que me bajasen a paritorio, el hecho que mi cara se desencajase del todo le asustó un poquito al pobre hombre.

A las 23:30h estaba ya en paritorio de 4 centímetros dilatada, las contracciones no me dejaban ni pensar, y aquí sí estoy enfadada con el hospital, porque nadie intento calmarme, era una novata ante unos dolores desconocidos para mí, y claro que estaba asustada por todo lo que se me venía encima. 

Me preguntaron que si quería la epidural, dije que sí sin dudarlo. Ahora lo miro con retrospectiva, y me doy cuenta que yo hubiese podido parir sin epidural pues tengo un gran control de mi dolor, pero allí nadie se preocupó por si podía o no.

Antes de la epidural, me inyectaron oxitocina, ahora sigo sin entenderlo, porque mi cuerpo no paraba de trabajar y estaba ya en 4 centímetros por mí misma, con lo que mi cuerpo estaba respondiendo bien a los trabajos del parto. 

Total, me ponen la epidural a las 00:00h (os pongo los tiempo porque los considero importantes, han pasado solo 7 horas y media desde que rompo aguas) y ya me había puesto de 9 centímetros. La enfermera ni me creía, pero yo le decía que sí, que tenía ganas de empujar.
Pero claro, me habían puesto la epidural, y ¿qué me pasó? pues que me quedaba dormida en el potro (sí, potro, otra historia más que me tragué por novata), que las contracciones dejé de sentirlas, y que yo participaba nada y menos en mi propio parto porque yo lo quería era dormir.

Después de mucho empujar (de mentira porque no tenía ni fuerzas ni ganas), mi hija nació a las 02:15h (a la misma hora que su madre, fíjate que casualidad), y pesó 3.335kg (¡anda, cómo su madre también!). Y directa a mi pecho y a mis brazos.

Pero llegó la preguntita: ¿has tenido alguna infección de vagina en el embarazo?
  • ¿Infección de vagina? ¿qué es eso? ¿no está solo la de orina? Pues mire que yo sepa no, ¿por?
  • Porque la niña al salir te ha desgarrado por dentro y tengo que coserte.
  • Ah, pues bien, de acuerdo.
Y empezó a coserme, ¿sabéis lo mejor? Que mi epidural se había pasado el efecto, le dije con las lágrimas casi brotando (ojo, nunca lloro en temas médicos, se me aguantar el dolor y tirar hacia delante, pero no soportaba eso más) que me estaba doliendo, que como esa zona ya estaba dolorida del parto, que por qué no me ponía una anestesia local y podía coserme bien.

Me dijo que aguantase porque era solo un momento, y creo que llegué a contar unos 6 puntos, 6 puntos en carne viva, 6 puntos sin anestesia, en mi vagina. 

¿Sabéis cuál fue la mejor frase que me dijo? “No te muevas” 

¿Qué no me mueva? ¡Qué me estás cosiendo a carne viva recién paría mi vagina! Que me dieron ganas de bajar una pierna del potro ese y pegarle una patada y tirarla para atrás.

Pero estaba cansada, solo quería coger de nuevo a mi niña y volver a olerla, ir a mi habitación y descansar.

martes, 8 de enero de 2013

La historia de Zulema

La historia de Zulema es la de muchas madres, a ella no la respetaron, no la escucharon, no la informaron y no la dejaron participar en su propio parto. Quizás porque era muy joven la trataron como una inútil, como si ella no fuera la protagonista real del nacimiento de su hija.

Os dejo su historia, contanda magníficamente, con muchísimo sentimiento, sólo como una madre sabe hacer.


Dije que me animaría a contar mi experiencia y aquí estoy escribiendo.. justo hoy, un día muy muy especial porque es hoy cuando A. ha cumplido ¡10 años!
Es increíble lo rápido que se va el tiempo, lo rápido que dejan de ser nuestros bebés para ser esos pequeños seres independientes, ¡y protestones también!

Esta aventura comenzó el 26 de marzo de 2002. Aparentemente iba a ser un día normal, pero desperté con muchas muchas molestias. Al ir al baño descubrí que había expulsado el tapón mucoso, pero como mi mamá que en ese entonces vivía me dijo que era normal (yo era una mocosa de dieciséis añitos) pues estuve tranquila en casa, eso sí, con las molestias que cada vez iban a más.

Me tuvieron desde el mediodía andando, porque decían que eso me iba a ayudar, que el parto estaba muy cerca ya y lo necesitaba, y yo pues andando me pasé el día. No tenía contracciones, sólo una molestia insoportable en los riñones, ni siquiera era lo que yo llamaría dolor.

Pasaron las horas del mediodía y tarde y la situación seguía igual, las contracciones no llegaban. Por la noche mi má al tocarme, se da cuenta de que estaba ardiendo en fiebre, eso sí, yo estaba como si nada, no noté ese frío tan habitual en estos casos. Decidimos acudir al hospital para asegurarnos de que todo estaba bien.

Ya sólo llegar al hospital me sentí mal sólo por ver las caras de todos los que me rodeaban. Malas caras por ser evidente mi corta edad para ser madre, pero creo que al fin y al cabo era una madre a punto de parir igual que la estuviese ahí con 30 años.

Me revisaron, incluso me miraron el líquido con ese horroroso y doloroso tubo que sientes que te llegará hasta la garganta, y me dijeron que todo estaba bien, que el parto comenzaría pero que era muy pronto aún. Para la fiebre sólo supieron decirme que probablemente andaba con un poco de gripe. Por prevención me pasaron a monitores una hora para terminar de comprobar que todo iba como debería ir. Pero hubo sorpresa, y es que a los cinco minutos de estar en monitores rompo bolsa y ¿qué? El líquido era VERDE, pero verde verde de verdad, me asusté mucho ya que por todo lo que había leído sabía bien que eso significaba infección. Nuca me explicaré cómo al mirarme las aguas las vieron claras y correctas, cuando esto me pudo costar la vida tanto a mi hija como a mí.

Ahí quedé en monitores, tirada en una cama muerta de dolores (me pusieron la oxitocina) donde nadie me hacía caso y poco pudo estar algún familar conmigo. Pasando exploraciones y haciéndome un cristo por todos lados, a cada rato era peor.

Desde un principio se sabía que mi pequeña no estaba colocada para nacer, estaba sentadita en el nacidero, pero aún así esperamos. A las pocas horas me veo obligada a llamar al timbre para avisar de que mi pequeña se me había subido a la boca del estómago. Sorprendida me quedé con el trato que se me dio porque la respuesta de la enfermera ( o quién fuese esa mujer) fue que los profesionales eran ellos, que dejara de quejarme que yo debía estar en la discoteca y no ahí (así, sin anestesia).
A las 3 de la mañana tenía firmada una cesárea urgente por mi ginecólogo, dado la imposibilidad de que la niña tomase ya posición para nacer, y el gran riesgo de la infección que tenía dentro. Inexplicablemente me quedé ahí, nadie me llevó a quirófano, nadie me hizo caso en nada, no le importé a nadie, o al menos así me lo hicieron sentir, yo era un cuerpo más, una cama más.

A las doce y media del mediodía (del día siguiente sí) me llevan a quirófano a practicarme la cesárea. Yo había leído bastante de embarazos y partos, y como en su día leí que si hay fiebre la epidural o se debe aplicar, me negué en redondo a recibirla, me aterrorizaba, y esto me costó otro gran rato de batalla, reventada ya de dolores y por supuesto con mi infección.

Finalmente ceden a usar la anestesia general, pero cuál es la sorpresa del médico cuando abre mi barriguita que mi niña no sale.. ¿por qué? Porque efectivamente mi hija estaba en la parte superior como avisé y nadie me hizo caso. Esto supuso que tuviesen que pisarme y perdiese una barbaridad de sangre en esa fría mesa.

A mi hija me la dieron estando en reanimación, sinceramente no podía ni ver bien su cara dado que seguía borracha de la anestesia, y después ya no la pude volver a ver hasta bastantes horas más tarde.

Aún estando en planta recuperándome de lo que mi cuerpo había pasando, me hicieron sentir muy mal. Yo no era capaz de levantarme, me sentía sin fuerza alguna, mareada… y constantemente me comparaban con otras madres que tenían cesárea y estaban andando por los pasillos como si nada. Claro, todo esto por no hacerme una simple analítica que posteriormente pidió la matrona, y darse cuenta de que necesitaban ponerme sangre, dos bolsitas me tuvieron que regalar.

Sinceramente con este relato, que es mi experiencia, me gustaría aprovechar para reivindicar que a pesar de que tengan corta edad, aunque puedan tener 16 años como yo los tenía, no dejan de ser madres a punto de dar a luz a sus hijos, pido que por favor se las trate con el mismo respeto, la edad muchas veces no es nada. Y también pido desde aquí que esas personas en las que tenemos que depositar nuestra confianza para que nuestros hijos nazcan no nos defrauden y sean HUMANOS.